Al rico helado

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Mi relación con los helados se remonta a mi infancia imagino que como a todo el mundo. El caso es que como cualquier niño comí muchos, pero hubo uno que no pude comer que me quedó grabado en la memoria.

Foto de lisasolonynko en morguefile.com

Foto de lisasolonynko en morguefile.com

Fue un cucurucho de chocolate, yo tendría unos 10 años, estábamos varios amiguitos frente a la iglesia en el barrio de la fuensanta de Valencia, nos debimos portar bien porque nuestros padres nos dieron unas monedas para comprar un helado y allí que fuimos. El mío como decía, era un cucurucho de chocolate con su barquillo crujiente (imagino), era de esos que ya saboreas cuando ves la crema deslizar por la espátula formando tirabuzones, salivando antes de que te des cuenta cuando la vendedora lo aprieta dentro del barquillo, para que hasta el último bocado te refresque. Ya con el helado en la mano, fuera de la heladería, en medio de la plaza y dispuesto a hincarle el diente, apareció él, como un buitre que espera a su presa desde una posición ventajosa, por la espalda y sin previo aviso, un niño con la mitad de años, estatura y verguenza que yo, me arrebató de las manos mi helado y salió corriendo. No contento con ello y cuando estaba a una distancia lo suficientemente grande como para que no lo pudiesemos pillar, se dió la vuelta y con mirada desafiante se lo comió de un bocado, ¡de un solo bocado!. No se si me dolió más que me lo quitase o que se lo tragase, que lo engullese. Aquello era un manjar y de la forma que lo comió no tuvo tiempo siquiera de averiguar de qué sabor era.
Hoy me ha pasado algo parecido, mientras cenaba un bocata en un bar de Girona repleto de culés porque jugaba el Barca-Madrid, leyendo el timeline de mi twitter ajeno al himno del barca, ¡que bien canta la gente con unas cervezas de más!, he visto un tweet de Francis Paniego recomendando a los que hemos estado en el forum gastronómico 2013 visitar la heladería de Jordi Roca: Rocambolesc, y me ha metido el veneno en el cuerpo. Con el primer gol del Madrid y aprovechando el silencio, he salido del bar que casualmente estaba muy cerca de la calle Santa Clara. 26 de febrero, 22:00H, 2 grados, las calles desiertas, pero no importa, estoy tan cerca que allá voy, como cuando era pequeño, pensando qué sabor pediré aunque sepa que va a estar cerrado, ¿como va a estar abierto?, me da igual, haré lo mismo que con el helado que no pude comer de pequeño, ¡imaginaré su sabor!.

Heladería Rocambolesc, helado

Heladería Rocambolesc

Ya estoy en la puerta de la heladería Rocambolesc. Como sabía, la persiana está bajada y no he podido evitar girarme para buscar a ese niño que me quitó el helado de pequeño. No estaba allí pero algo me hacía sentir su mirada clavarse en mi sien, riendo gracias a mi desgracia. Me siento como aquel día, con el amargo sabor de la decepción pero con la certeza de que volveré algún día a probar estos helados.
Por si fuera poco, un heladero de Logroño lleva tentándome inconscientemente con su filosofía heladera y vital desde las redes sociales, sus fotografías y mensajes subliminales hurgan en esa herida que nunca cicatrizó y me obliga a buscar una excusa para hacer un » on the road » por la Rioja. Y tengo muy claro qué le diré cuando le conozca:

¡¡¡Quiero mi cucurucho de chocolate!!!

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