Razones para ir a una Cena Sentidos

Uno cree que ha vivido mucho y que conoce muchas cosas hasta que llega un día que algo hace tambalear tus creencias. El pasado viernes asistí con mi mujer a La cena de los sentidos y os puedo asegurar que es una experiencia que te lleva a ese estado. Crees que pones tus sentidos cuando vas a comer a un restaurante y aquí te demuestran que no, nos dejamos influenciar por agentes externos, el móvil, el reloj, el bolso con tus pertenencias que te hacen sentir seguro/a, si entra una persona, si en la mesa de al lado critican a alguien, en fin muchas distracciones. Cuando eliminamos estas distracciones y nos dejamos llevar empieza el espectáculo.

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Cumpleaños La Matandeta

Estos días celebra su 21 cumpleaños el Restaurante La Matandeta, un lugar que para mí fue una fuente de inspiración, y en el que tuve la suerte de trabajar en sus inicios. Fue más o menos un año haciendo extras de camarero en fines de semana.
Todo empezó cuando leí un anuncio en el periódico en el que buscaban camareros. La experiencia que yo tenía entonces se limitaba a unos pocos fines de semana en el bar Casa Ángel de Mislata, donde dejé muestras de mi arte cayéndome al suelo con una bandeja repleta de copas ante la mirada de un montón de gente que abarrotaba el bar. El motivo un resbalón y no llevar calzado adecuado. No quiero hacer publicidad pero ya sabéis donde me compraría ahora unos buenos zapatos antideslizantes. Con esa experiencia cogí mi vespino y me planté en La Matandeta sin avisar. Me costó encontrar el restaurante, pasé varias veces por la puerta, pero claro no me imaginaba que pudiese haber un negocio allí. Era y sigue siendo como una isla rodeada de arrozales, con un paisaje siempre cambiante, el entorno perfecto para disfrutar una buena paella. O lo que es lo mismo una granja familiar reconvertida en un restaurante típico valenciano.
Nada más cruzar el umbral de la puerta allí estaba Rafa con varias botellas de vino en la mano ordenando su bodega. Muy amablemente me invitó a pasar mientras le comentaba el motivo de mi visita. Fue preguntándome algunas cosas a la vez que seguía con su faena, y de repente me hizo la pregunta del millón :
-¿Qué experiencia tienes como camarero?
-Poca – le dije – pero aprendo rápido y si a usted le parece bien vengo cuando quiera y hago una prueba.
Por supuesto pasé por alto el “pequeño” detalle del bar Casa Ángel.
Debí convencerle pues me citó para el siguiente domingo. Antes de irme con la ilusión de haber conseguido un trabajo, me enseñó las instalaciones. Los comedores, los paelleros, la cocina estaban en perfecto estado de revista.
El domingo siguiente allí fuí, con los nervios a flor de piel, esperando no defraudar su confianza. No debió ir mal pues fueron muchos domingos más.

Aquí además fue donde vi el primer teléfono móvil, parecía un zapatófono, resulta que como entonces no llegaba la linea telefónica fija, tuvieron que comprarse un móvil cuando era algo inalcanzable para la mayoría. Imaginoel descalabro económico que debió suponer aquella compra en la economía familiar. Era de esos con maletín incluido, y las llamadas costaban una fortuna, así que lo utilizaban solo para alguna emergencia.
En el restaurante estaban todas las tareas bien definidas, Maria Dolores se encargaba de la gestión de reservas y el comedor, Rafa de la bodega, el padre de Maria Dolores “Matanda” se encargaba del paellero, Manolo, el cocinero en esa época, se encargaba de la cocina, y Elena, la hija, a trastear por el restaurante.
A Rafa le recuerdo siempre entre vinos, buscando, leyendo, compartiendo con clientes su sabiduría. Comprensivo y afable. Otro gran jefe que tuve la suerte de tener.
Mª Dolores se encargaba de la decoración del restaurante y su amor por el arte inundaba las paredes con cuadros de pintores valencianos. Además, lograba una calidez en la decoración, que creaba un ambiente muy familiar. Me alegra saber que está feliz en su nueva etapa de “Erasmus a los 50” y si leéis su blog veréis a una mujer valiente que no ha dejado que su sueño se esfume, ha luchado por ello y lo está viviendo, y la felicito por ello.
El «Matanda» (padre de Mª Dolores), era el típico labrador de manos grandes, bonachón y familiar, conocedor de los secretos de la albufera y sus cultivos. Magnífico anfitrión con el que daba gusto charlar mientras controlaba con el rabillo del ojo el fuego de sus paellas.

Manolo, el jefe de cocina en esa época, me enseñó que una cocina aunque sea regional puede tener muchas influencias, así en las comidas de personal siempre había algo innovador, por ejemplo en una de ellas nos hizo algo tan sencillo pero a la vez tan exótico para los que estábamos allí, como unas arepas que aprendió en un viaje a Latinoamérica, yo no sabía que existía la harina de maiz con la que nos las hizo; o su helado de calabaza y chocolate que se me quedó grabado en la mente. Son recetas que hoy nos pueden parecer “normales”, pero en la década de los noventa no eran habituales.

Ramón, otro cocinero que sustituyó a Manolo meses después, con el que me he encontrado en varios sitios años después. Lo último que se de él es que tras tener que cerrar el restaurante familiar (restaurante Rascanya) estaba de jefe de cocina en el Hotel Marriot de Denia. Un buen tipo al que espero le vayan bien las cosas.

Y por último está Elena, hija de Rafa y Maria Dolores, actualmente al mando del restaurante junto a su marido Rubén. Cuando yo trabajé allí era una niña, no tendría más de 8 años, y la recuerdo correteando por todo el restaurante haciendo trastadas. Es el vivo ejemplo de las personas que crecen en un negocio, y espero que lo haga crecer con ella para que puedan celebrar muchos años más.

Felicidades a toda la familia de el Matanda. Un fuerte abrazo,

 

Nacho Lurbe

UNIPRO ON THE ROAD

San Sebastián Gastronomika

Siempre que acudo a una feria, congreso o concurso gastronómico me invade la misma sensación. ¡Incertidumbre! Incertidumbre porque en estos sitios nunca sabes lo que te puedes encontrar. Pero eso no es malo, para mi es muy positivo, porque me pone alerta, me inspira, me motiva, me ayuda a empaparme de todo lo que pueda. Sobre todo me gusta no informarme demasiado de quien va a ir, prefiero el factor sorpresa y la verdad es que siempre, siempre me llevo sorpresas agradables. Este año han sido muchas: Mi primera sorpresa ha sido Alfonso (boing-boing, palace fesol, las rejas, la sucursal, molttó, le he visto en tantos sitios que casi ni me acuerdo!).

Alfonso y su hambre de aprender.

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