Comerciando y pensando

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Nadie nos dijo que urge volver a nuestra historia, a aquello que vimos, vivimos o mejor aún, que nos contaron. Volver a los relatos de quien vivió antes que nosotros lo que creemos saber, olvidarnos de nuestro orgullo para ver que nada es tan nuevo ni original, tan solo ha cambiado el contexto o la forma de ver lo que nos rodea. Como aquel transportista que piensa lo desdichado que es mientras conduce un camión con clima tan aséptico como acondicionado, impermeabilizándose del entorno con una socialización controlada, ajustada a un círculo de diámetro reducido, el área de servicio como único eje cultural. La cuadratura mental del círculo diminuto, la excusa pandémica alivia conciencias; olvidando que hace pocos años, los que inventaron su oficio tardaban diez veces más que él en hacer el mismo trayecto, por caminos que anhelaban asfalto, rezando para llegar sanos y escribir una carta a sus seres queridos. Pero no, su vida hoy es desdichada, en eterna crisis. Distintas incertidumbres que harían desequilibrar cualquier balanza.

En un alarde de búsqueda interior, alejada eso si de cualquier frase de Mr. Wonderful o de la puta zona de confort, quizá se llegue a vislumbrar un halo de luz que haga ver que no estamos tan mal (ni tan mal, como se dice hoy). Pues eso, que hoy me ha dado por recordar cómo trabajaba mi padre detrás del mostrador en la Plaza Redonda, sin una banqueta donde sentarse, con los portones abiertos hiciese frío o calor, asumiendo que necesitaba cerca de una hora para abrir o cerrar la tienda porque casi toda su oferta colgaba de la fachada. Hoy yo me quejo porque mi silla anatómica no me recoge suficientemente los riñones o porque se me ha estropeado la persiana eléctrica y la tengo que subir a mano, manda cojones. Por si fuera poco, seguro que mi padre tuvo mejores condiciones laborales que mi abuelo, y más aún que las de su bisabuelo.

Mientras tanto, el comercio y todo lo que tiene que ver con él, languidece por la falta de actitud de quien no está preparado para afrontar retos que causarían tal carcajada de nuestros antepasados que la oiría hasta Elon Musk en uno de sus paseos. Yo no me creo que la venta online asesine al comercio tradicional, seremos nosotros si le dejamos. Si al final cambian las reglas del juego, aprendámoslas y juguemos a nuestra manera, ¿acaso no vinimos a eso?

Nacho Lurbe

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