Plaza Redonda y Confecciones El León

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Cualquiera que haya visitado la plaza redonda de Valencia coincidirá conmigo en que es un sitio especial, ya no solo por el encanto arquitectónico que además con la actual reforma ha recuperado una luz que había perdido, sino por las personas que la habitan. En ese entorno crecí, aunque también es cierto que no pasé tanto tiempo allí como otros hijos de comerciantes, pero quedaron en mí unos recuerdos imborrables. Una caída en monopatín con la consiguiente brecha en la cabeza, los bocadillos de tortilla de patata de María de la Coveta, los de tortillas varias hechas al momento por el gran Alfonsito (d.e.p.) del Bar la Barraca en la plaza Lope de Vega, y sobre todo la imagen de mi padre detrás del mostrador o invitando a los clientes a entrar en la tienda.

¿Qué significa para mí la plaza redonda?

Pues un mundo que me atrae aunque a los ojos de mucha gente pueda parecer distante.
Recuerdos sonoros. El rugir de la persianas alzándose con el sol, el sonido del toldo oxidado mientras baja haciendo sombra a los escaparates, las muestras descoloridas por los rayos del sol tapando la fachada, los viejos maniquies viendo crecer varias generaciones de tenderos, el bullicio de los grupos de mujeres llegadas de los pueblos cercanos, el ruido de los cartones en forma de restos de una fría noche que deja en vela a varios sin techo, el hilo de agua de una fuente que contempla impasible el fluir de una plaza con vida propia, los ecos de los animales que la habitaron los domingos, el sonido de los bolillos que invitan a mirar la paciencia de mujeres entregadas a su afición, las palomas que buscan refugio en la antigua marquesina. Eso era, es y será la plaza redonda para mí.

plaza redonda, unipro

Caja registradora Confecciones El León

Y sobre todo sus gentes:
Los Vera, Rafa el turco, los Torralba, Ramonet y sus hijos, Juan el gitano, Aurelio, los Babiloni, Eduardito, Juan de la Rotonda, la Coveta, las hermanas Monleón, las familias Alegre, Amparín y Javier, Caracena, muchos que quizá olvidé mencionar o que no conocí; y los más importantes para mi, Confecciones El León y los Lurbe.

plaza redonda, unipro

Imágenes de Confecciones El León en UNIPRO

Tres generaciones que han abierto cada día durante casi 100 años las puertas de un comercio que hoy ya es historia.

Todo empezó, según los datos que he recopilado, con mis tatarabuelos que tenían una fonda en la plaza redonda a principios del siglo pasado, cuando la plaza hacía las funciones del mercado de pescado, antes de construirse el actual mercado central y centralizar todo en un mismo edificio. Mi abuela, que era adoptada, me contaba que pasó su adolescencia ayudando en la fonda a sus padres adoptivos, limpiando el pescado que luego ofrecían para comer. Sus manos eran las de una mujer curtida por la dureza de la época, una vida sin lujos ni concesiones, ni lugar para las emociones, ni siquiera en el final de sus días. Con el tiempo, debido al traslado de todos los puestos de pescado a la actual pescadería del mercado, y al hacerse cargo del negocio familiar tras casarse con mi abuelo, hicieron un cambio de rumbo y nació Confecciones El León. Muchos años después, tras jubilarse, continuó la tercera generación, Federico y Paco, o sea mi padre y mi tío, hasta diciembre de 2012 que cerraron un ciclo para dar comienzo a otro con con un miembro de la cuarta generación, mi hermano Keko y la tasca que inaugurará en breve, pero eso merece otro post, ya os iré contando.

Plaza redonda valencia, Confecciones El León

Restos de una vida. Confecciones El León

En la época de mis abuelos no había timbres ni puertas automáticas, la calle era una extensión de la tienda, las fachadas se llenaban de muestras de los productos del comercio en cuestión. La venta era dura, el regateo y las malas artes de unos y otros quitando el cliente al de enfrente, o incluso aprovechando la inocencia y desconocimiento de este. Menos mal que esa época pasó a la historia, y ahora es el mismo cliente el que tiene mucha información y no se deja engañar tan fácilmente. Crecí escuchando anécdotas de mi abuelo con sus tretas para vender a cualquier precio, historias que me siguen haciendo sonreir aunque no comparta esa forma de vender, pero claro eran tiempos difíciles y eso puede justificar esos comportamientos.
Imagino unos comienzos duros, adaptándose a circunstancias más desfavorables incluso que las que tenemos ahora, luchando por una ilusión con tanta fuerza que su corazón fue endureciéndose tanto como para dejar de herencia tan solo lo material. Con semejante panorama es fácil intuir que las relaciones entre hermanos no pueden fluir como debería ser, y aún así, ahí seguía El León mirando firme y desafiante los ciclos de la vida. Esa herencia de responsabilidad del trabajo, de vivir para trabajar, donde cada vez que disfrutas sientes un pesar en tu interior, y el sentimiento de culpa te persigue, debe ser extirpado para ser feliz sin condiciones. Pero para eso solo hay dos salidas: te alejas como fue mi caso, o te jubilas como ha hecho mi padre.

Herencias emocionales al margen, solo puedo tener palabras de agradecimiento hacia mi padre. Soy lo que soy gracias a que un día, desoyendo a mi madre que sabía lo que ocurriría (y acertó), decidió montarnos una tienda a mi hermano y a mí. Nos negoció el contrato de alquiler, nos presentó a sus proveedores, nos prestó dinero, nos ayudó en todo a pesar de nuestra rebeldía, y crecimos. Para mi fueron diez años de crecimiento en todos los sentidos, incluso por encima de ese león que cada vez era menos fiero, diez años de un aprendizaje que no se consigue en ninguna universidad, diez años de formar parte del centro de Valencia. 
Recuerdo en cierta ocasión a mi padre decirme en forma de reproche que yo era un bohemio porque ni trabajaba ni estudiaba, fue en esa época adolescente que todos pasamos en la que no sabes que quieres hacer con tu vida. Tenía razón, hoy mismo, aunque ya se qué quiero en mi vida y trabajo en lo que me gusta, puedo decir que además de bohemio soy un soñador, y que a veces cuando sueñas con convicción tus sueños se pueden hacer realidad.
Así que ahora desde aquí le pido a mi padre que sea bohemio y soñador, lo merece, se lo ha ganado y si necesita asesoramiento me ofrezco de forma altruista a enseñarle todo lo que estoy aprendiendo al respecto. 
Te quiero Papá, y quiero que seas feliz ahora que has conseguido lo que querías, alejarte del león que te ha vigilado toda tu vida, pero no olvides que todo lo que has vivido tiene un porque, la plaza redonda te ha enseñado mucho y tu paso por ella quedará grabado en la memoria de todos los que la vivieron junto a ti. Y aunque no te lo haya dicho nunca, aunque muchas veces no nos entendamos, no se me ocurre mejor sitio que este para decirte algo y que lo sepa todo el mundo: TE ADMIRO.

 

 

Nacho Lurbe

UNIPRO ON THE ROAD

 

1 comentario

  1. Me ha gustado mucho leer tus reflexiones y recuerdos de la plaza redonda, yo la he visitado en multitud de ocasiones, allí tenían una tienda unas amigas de mi madre, Vicenta, Rosa y Paquita Martí Fort, familiarmente los amigos al hablar de ellas las nombrábamos como, Las Chicas, la tienda la heredaron de su padre, las tres eran solteras, arriba en la entrada habían unos palomos, ese era el nombre que llevaba dicha tienda.
    Ellas eran unas personas maravillosas y muy amig@s de sus ídem, todas las personas que las conocimos guardamos un gran recuerdo de Rosa, Vicenta y Paquita, esta ultima era mi madrina de bautizo y de casamiento. Q.E.P.D.
    Saludos.

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    • Hola Amparo, cuando escribí este post sabía que me dejaría a alguien en el tintero y así ha sido. Claro que conocí a las hermanas de Los Palomos, eran muy amigas de mi abuela y unas personas maravillosas. Eran muy queridas en la plaza redonda, pregunta a cualquier persona y te lo dirán.
      Muchísimas gracias por tu comentario.

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  2. Muy emotivo! Bravo! A partir de ahora cuando pise la Plaza Redonda (bastante a menudo) me acordaré de tu post… (recordar todos los nombres ya lo veo más complicado). Una cañita en la tasca de tu hermano creo que será obligada ;-)

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    • Gracias Miguel Angel, hay lugares que marcan tu vida y para mi la Plaza Redonda es uno de ellos, además, creo que le han dado una luz que no tenía que hará que vuelva a lucir en todo su esplendor. A la caña y algo más ya me encargaré de invitarte.

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    • Llanos, muchas gracias por tus palabras, me dan fuerza para seguir escribiendo. Y Alejandra dice que a ella también le ha gustado mucho leer tu comentario.

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