Deseos y valores. Aprendiendo a encontrarlos.

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Después de una semana muy intensa, y tras la dulce marea de felicitaciones por el post anterior (creerme que el mérito no es mío, sino del equipo de la cena de los sentidos), he estado reflexionando sobre los deseos. Ahí van mis pensamientos:
Desear algo y conseguirlo está bien, pero que gracias a ese deseo consigas algo que te sirva para toda tu vida es la ¡hostia!. Lástima que no veamos ese regalo que nos da la vida hasta que pasa mucho tiempo. A mi me ha pasado, cavilando estos días sobre el post de Pepín me doy cuenta que lo que para mi era un objeto de deseo ( tener mi propia guitarra ) se convirtió en algo cotidiano y fue perdiendo valor poco a poco, hasta caer en el olvido. Esto es algo inherente a la naturaleza humana, la estupidez de pensar que algo material nos puede satisfacer durante mucho tiempo. ¡Es mentira! Ya te puedes comprar el coche o la casa de tus sueños que a los tres meses estarás deseando otro/a. Lo tenemos grabado a fuego, pero como siempre, la vida tarde o temprano nos pondrá en nuestro sitio.

Pero a lo que iba, con 16 años aprender una serie de valores tales como el esfuerzo, la educación (cuanta falta hace hoy en día), el valor de las cosas, se convierte en el mejor de los regalos. Eso me pasó a mí y todavía no me había dado cuenta hasta hoy.

Y ahora digo yo, tan malo es que un adolescente al que no le gusta estudiar se ponga a trabajar, yo no veo nada malo en ello y si algún día decide volver a estudiar y formarse en un área concreta, que lo haga, nunca es tarde. Parece que en este país es delito. Peor creo yo es obligar a estudiar algo que le importa bien poco, ocupando una plaza que puede aprovechar otra persona. Otro gallo nos cantaría si volviese la figura del aprendiz en toda su dimensión, nunca es tarde. Claro que para que funcionase tendrían que darse una serie de factores:

– Que los chavales fuesen más humildes, no tienen que olvidar que quién les enseñe tendrá la suficiente experiencia como para anticiparse a muchos problemas que ellos desconocen.

– Que los mayores compartan sus conocimientos y valores. De nada sirve que los guarden como oro en paño. Hay que dar paso a las nuevas generaciones y enseñarles.

– Que la sociedad no juzgue a los que deciden aprender de una forma práctica, aunque carezcan de titulación. Y sobre todo que no los infravalore. Se trata de que encuentren su sitio en la sociedad.

– Que pensemos en los títulos como algo accesorio, no como un fin. Un título sin conocimientos ni experiencia no sirve de nada. Que si, que está muy bien tener una carrera, pero no es suficiente. Como ejemplo os pondré el de una chica con la que trabajé en un despacho de abogados (yo era el chico de los recados, y también aprendí de esta experiencia), ella que se había licenciado en Derecho con matrícula de honor era incapaz de enviar un fax, se lo explicamos mil veces y apuesto a que sigue sin saber hacerlo; o de desenvolverse con soltura en cualquier juzgado para entregar un escrito, algo que para mí a la semana ya era pan comido.

– Que el error no sea un obstáculo ni un delito, equivocarse puede suponer una gran enseñanza. Edison hizo casi mil intentos fallidos antes de dar con el filamento de tungsteno para las bombillas, y cuando alguien le preguntó acerca de ello respondió que no había fracasado, que había descubierto 999 maneras de cómo no hacer una bombilla. (fuente wikiquote.org )

– Y sobre todo, que los chavales se olviden de “¿Cuánto voy a cobrar?” para preguntarse “¿qué voy a aprender?” y “¿es esto lo que quiero para mi vida?”

Puede sonar un poco radical lo que voy a decir, nada más lejos de mi intención, ya que me gusta leer y aprender sobre todo de ciertos temas, pero creerme, algunas de las lecciones más importantes de la vida no están en los libros. No tengáis miedo a equivocaros, lo único importante es que lo que hagáis os llene de verdad; y si os sale mal, en este enlace de Marc Vidal podéis encontrar algunas respuestas.

 

Nacho Lurbe

UNIPRO ON THE ROAD

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