Crónica de saciedad

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Los guardianes de la cocina velan por los intereses de los que saben que comer bien es, además de necesario fisiológicamente, un acto cultural (Pepe Carvalho dixit). Quizá lo hagan por necesidad, quizá por atesorar conocimiento, tal vez solo sea una manera de salvaguardar un patrimonio culinario que muchos ignoran. Tan necesario es cuidar la alimentación como el legado de nuestros ancestros lo que nos lleva irremediablemente a una evolución. Evolución que algunos confunden con fantasía sin pensar que para evolucionar hay que partir de algún sitio.
Dicho esto, me dispongo a dibujar el retrato de un tipo de cliente muy demandado por los cocineros, que a su vez es conocedor de estos fundamentos y también, gracias a su experiencia, sabe apreciar donde hay cocina de verdad.
Se trata de clientes que limitan su comanda a 2 palabras: Dame cariño.
Así, ¿quien, en su sano juicio, renunciaría a un cliente que se deja llevar? Nadie.
La curiosidad, la falta de prejuicios, el disfrute sin concesiones, la total confianza hacia quien tiene en sus manos tu estómago puede llegar a crear un halo mágico capaz de crear la comida perfecta, esa que no saldrá en ninguna guía, la misma que no tendrá un registro gráfico en forma de fotografía, la que dejará una mesa tan aturdida como el que se despierta tras una explosión en un campo de batalla.
¿Y si esa mesa la ocupan varias personas con idéntica virtud?
Miel sobre hojuelas. Acabará atrayendo al cocinero para unirse a la fiesta extendiendo la sobremesa más allá de lo razonable.
Al final, esa conjunción de factores puede crear la experiencia gastronómica perfecta, en nuestra mano está buscarla.

¡¡Reunión de garbanzos!!

¡¡Reunión de garbanzos!!

Nacho Lurbe
UNIPROONTHEROAD

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