Niza_Diario de un viajero_ día 1

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– ¡Pues moverse por Niza no era tan difícil! – pensó al llegar al hotel.
Atrás habían quedado los miedos que le habían atormentado los días anteriores a su viaje. Quizá era por esa creencia que nos imponen desde bien pequeňos que nos bloquea a través del miedo. No vayas al otro lado de la calle, no hables con extraňos, no te fíes ni de tu padre, los finales felices solo salen en las películas, ¡cuantas mentiras nos inculcamos entre todos! Todas esa cosas que van en contra de la naturaleza del ser humano evitan muchos momentos de felicidad, porque no nos equivoquemos, la felicidad son momentos efímeros que los pensamientos negativos ocultan. Él lo sabía, como también sabía que sería esclavo de ellos si no los cortaba con valentía e incluso algo de inconsciencia, una especie de salto al vacío sin temor a equivocarse. ¿Que podía pasar? ¿Algún suceso desagradable, un robo, perderse? Seguro que hasta esa circunstancia estaría ahí por algo.Niza_ontheair_ontheroad
La llegada al hotel fue como un bálsamo refrescante tras una maňana envuelto en un manojo de nervios, que la conexión entre la estación de tren y el aeropuerto no era tan ágil como le habían dicho, que casi pierde el vuelo por estar en la terminal errónea. Pero ya estaba allí, la decoración navideña, el sonido del agua de una fuente oriental y penetrante aroma a incienso le abrazaron.  Y de repente, un amable y sincero «Bon jour» le devolvió a la realidad. ¿Que responder si uno desconoce por completo el idioma de quien te habla? Él que tantas veces había cuestionado a los extranjeros que vienen a Espaňa sin saber una palabra de nuestro idioma se vió inmediatamente reflejado en ellos. El inglés sería su salvación, aunque no lo dominase podía construir alguna frase y comunicarse con cierta dignidad. El caso es que llevaba días pensando qué hacer un día a solas en una ciudad desconocida y con una barrera tan importante como el idioma. Su reunión, el verdadero motivo del viaje, no tendría lugar hasta el día siguiente, lo que le dejaba un día entero a libre disposición. La libertad de andar sin cobertura móvil también era un peso difícil de llevar. ¿Cuando nos impusieron ese nivel de dependencia que tenemos con las comunicaciones? ¿Como superar esa ansiedad que te entra cuando no puedes enviar un simple WhatsApp? Con terapia de choque, apagando el teléfono y lanzándose a la calle.
Una vez ubicadas sus pertenencias en la habitación, las camisas colgadas en percha, la bolsa de aseo en la repisa del baňo, los «por si acaso» en la maleta, ¿alguien se ha parado a pensar lo que pesan los «por si acaso»? Por si me pongo malo, un puňado de pastillas; por si me cae un café encima, varios pantalones; por si me sienta mal la comida, sobrecitos de almax; por si me cae un meteorito en la cabeza que al menos lleve la ropa interior en condiciones. Una vez cubiertas esas necesidades básicas de sentirte en tu propio mundo era hora de lanzarse a uno nuevo.Callejeando2_Niza_ontheroad

 

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Perderse por las entraňas de la ciudad era la parte más gratificante, alejarse de los circuitos turísticos para buscar esos rayos de luz que esconde toda gran ciudad en su interior. Y lo primero que llamó su atención fue una maravillosa porción de Quiche Lorraine de verduras que le miraba desafiante a sus ojos, bajo ese cruce de miradas el viajero no tardó en caer rendido y cuando quiso darse cuanta ya la tenía entre sus manos inquietas, calentita, envuelta en un grueso papel parafinado, fundiéndose en su paladar curioso. Sonaban notas de queso gouda fundido, melodías de una crema fina y ligera que se veían interrumpidas por el crujir de algunas verduritas. «Maravillosa» pensó mientras continuaba su camino hacia ningún lugar en concreto.Quiche_Lorraine_Niza_ontheroad

Y tropezaba con multitud de fotografías, esa tienda que se esfuerza por tener productos únicos para el viajero apasionado, ese pequeño bistrot que caldea las paredes sombrías de un lúgubre callejón con el aroma que desprende su cocina, ese artesano que busca inmortalizar su arte esculpiendo finas láminas de latón esperando esperanzado que algún día pase un galerista inquieto y se lo lleve a ver mundo, esa iglesia que mira desafiante los progresos que a veces no son tales de una sociedad consumista. Lo que no se ve en las guías se encuentra en las céntricas calles de las ciudades, las luces y las sombras, la pareja que discute a gritos, ajenos a las miradas de los que pasamos por allí, el sin techo que acumula cartones para resguardarse en las escaleras de una iglesia, la ropa tendida en las fachadas cómo símbolo de pertenencia a un barrio histórico, los gatos hambrientos vigilando las puertas de las cocinas y ese rincón que descubre uno donde un simple café anula la dimensión espacio/tiempo. Café_DesChineurs_Niza_ontheroad
Otro paseo, otra ciudad dentro de la misma, las calles más comerciales adornaban con tantas lucecitas que podrían ser vistas desde una estación espacial, las familias en busca de esa decoración navideňa para casa como cada aňo, la pareja de enamorados que inmortaliza sus deseos con un selfie imposible, la modelo en plena sesión fotográfica aterida de frío por un vestido de otra época del aňo en mitad de una plaza, forzando una sonrisa helada que los magos del Photoshop se encargarán de naturalizar.Callejeando_noche_Niza_ontheroad
Ya era tarde y el cansancio manda, vuelta al hotel a consultar el correo. Tampoco hay que convertirse en un ermitaňo, además, habrá que tranquilizar a los seres queridos.
Y se conectó con su mundo a través de un ordenador de esos que hay a disposición de los clientes del hotel y ¡zas! una sorpresa le esperaba.DSC_0072 Como fondo de pantalla un hombre con alas y sus santas posaderas al descubierto. ¿Donde me he metido? Se preguntó al instante y veloz como el viento visitó la web del establecimiento, esa web que no se molestó en mirar cuando reservó a través de una de esas páginas de descuento. Tal y como sospechó por la foto era un hotel «gay friendly», el destino le había preparado otra lección. Si lo hubiese sabido a la hora de reservar habría elegido otro hotel como la inmensa mayoría de las personas heterosexuales, los prejuicios y los estereotipos habrían entrado en juego, nos empeňamos en justificarnos con burdos pensamientos del tipo «yo conozco a muchos gays» «es majo aunque sea homosexual», sin pensar que la condición sexual de cada persona es un acto de libertad y como mínimo merece un respeto aunque no la compartas. Atrás quedaron los aňos en los que se pensaba que era una enfermedad contagiosa o una maldición divina.
Mientras todos esos pensamientos rondaban por su cabeza, hubo uno que prevalecía por encima de todos, «tengo dos opciones: quedarme aquí ya que está aseado, el personal es atento y es céntrico, o me busco otro hotel a estas horas en una ciudad que no conozco y además pierdo el importe que ya pagué» ganó por goleada la primera opción. Al fin y al cabo lo único que necesita un viajero es un sitio donde dormir y asearse.

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Nacho Lurbe

UNIPRO ON THE ROAD

 

 

 

 

 

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