Gente sin vida

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Días atrás he retomado el contacto con un cocinero al que había perdido la pista. Resulta que ha estado trabajando recluido como chef personal de un magnate del petróleo en una exclusiva zona del Mediterráneo. Su trabajo consistía en cocinar para la familia y para los invitados cuando los hubiera, invitados que llegaban en jets privados y luego volvían a sus casas de ensueňo, como el que va al bar del barrio vecino a tomar una cerveza.
Dada la magnitud de los negocios del magnate, la seguridad de la casa era más propia de una película de James Bond que de un simple mortal. Prueba de ello era que tenían que enviar a analizar a Suiza todos los alimentos antes de cocinarlos por temor a un envenenamiento. El entorno de la casa era tan seguro como la sede de la cia, convirtiéndola en una cárcel de oro.
Me imagino al pobre hombre rodeado de lujos que no es capaz de disfrutar, de grandes posesiones que sólo tienen valor material. ¿Para que quiere alguien un Rolls Royce si no puede salir de sus dominios por miedo? ¿Para qué quiere alguien latas de caviar iraní o champagnes de precio insultante cuando no puede disfrutar de una cerveza en un chiringuito playero refrescándose con la brisa marina?Champagne
A este hombre nadie le habrá enseňado la grandeza de la sencillez, ni con todo su dinero podría pagar un domingo de paella entre amigos, o comer unas sardinas a la brasa con el salitre del mar aliňando tu cuerpo después de un baňo en la playa.
Este hombre sin vida no podrá imaginar siquiera el inmenso placer de compartir una comida en un restaurante entre amigos, sobre todo si esa reunión se ha alargado por cuestiones económicas o por falta de tiempo, porque cuando la inmediatez alivia tus caprichos te conviertes en esclavo de ellos y te impide el disfrute.
Siento compasión por este pobre hombre, víctima de su propia vida, esclavo de su dinero, con estúpidas preocupaciones como tener que decidir de qué color será el próximo coche, uno de tantos.
Así que desde aquí le hago una oferta que no debería rechazar:
Usted que tanto dinero tiene, cámbiese de identidad, compre una pequeña empresa y asígnese un trabajo con el sueldo justo para vivir, trabaje en lo que le guste, alguna afición tendrá, cómprese un casa sencilla, y el resto de sus empresas y dinero dónelo a entidades benéficas.
Cuando lo tenga véngase conmigo un día #ontheroad a vender chaquetillas y delantales, a buscar pequeños placeres gastronómicos si los hemos ganado, a sentir el aire en la cara conduciendo por carreteras secundarias, a disfrutar del anonimato, en definitiva a sentir la libertad como el bien más preciado de nuestra vida.
Ahhh, y yo invito.

Nacho Lurbe
UNIPRO ON THE ROAD

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