
Esta reflexión me viene a la cabeza tras leer y escuchar en múltiples medios todo lo que se está diciendo sobre el terrible accidente de tren de Santiago, y la criminalización del maquinista. Vaya por delante mi pésame a todos los familiares y amigos que hayan perdido a alguien, así como a la persona que conducía el tren, no olvidemos lo que es, una persona que se puede equivocar como cualquiera de nosotros y que hoy es un muerto en vida.
¿Nos hemos parado a pensar que pasaría si nuestro tren, nuestro avión o nuestro autobús llegase 10 minutos tarde a su destino? Solo con un retraso de diez minutos bastaría para enervar a casi todo el pasaje. ¿Y como se consigue esa puntualidad que cada vez exigimos más? Pues con velocidad. Seguro que todos hemos visto autobuses por las ciudades a unas velocidades por encima de lo aceptable. Pensemos que cualquier incidencia puede retrasar un viaje, que a veces perder unos minutos contribuyen a ganar una vida. El mundo no depende de nosotros ni de nuestro tiempo para seguir girando, lo hace solo.
Y que conste que no estoy haciendo un juicio ni defendiendo a nadie, las autoridades se ocuparán de ello, pero seamos conscientes que nosotros con nuestras prisas somos culpables de contribuir a la creación de una sociedad estresada, donde las prisas a veces pueden traer fatales consecuencias. Hay que interiorizar que las cosas necesitan su tiempo y que este puede verse afectado por múltiples factores.
Pues mucho. En la alimentación caemos en los mismos errores, yo el primero.
Preguntarse las cosas. Una pregunta bien hecha puede conseguir grandes resultados. Yo, sin ir más lejos mientras escribo estas líneas me pregunto si estoy haciendo algo mal en mi vida, la respuesta es SI y lo se, así que tengo que arreglarlo.