Menu Degustación

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Imagen de www.moleskine.com

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Fue a probar el menú degustación pero cuando estuvo allí no fue su mejor día, acababa de pasar por un traumático encontronazo con otro conductor que había provocado un mísero araňazo en su flamante coche. ¿A quien se le ocurre salir marcha atrás sin mirar? Su coche, el que tanto había ansiado tenía ahora restos de un vehículo de categoría inferior incrustados en su carrocería, era como si la plebe entrase en palacio a disfrutar de sus jardines.
Y allí estaba él, con la libreta pegada a los cubiertos y la cabeza en su BMW, el camarero acercándose sutilmente a su mesa mientras él hojeaba la póliza de su seguro.
– ¿Tiene decidido lo que tomará?
– Creo que tomaré el menú degustación y también me gustaría probar el pichón de Bres, me han comentado que es su especialidad.
– Permítame recomendarle seňor sustituir un plato del menú por el pichón, quizá sea demasiado las dos cosas.
– Permítame decirle que tomaré el menú y el pichón – respondió tremendamente malhumorado.
– Está bien, tomo nota, ¿Tomará vino el seňor? – Le dijo el camarero haciendo una reverencia forzada.
Esto no estaba ocurriendo, nada le enojaba más que la pedantería, ¿que se habrá creído? ¿que estamos en la edad media? Si había algo en este mundo que le sacase de sus casillas era la falsa creencia de que un exceso de atención pueda ser sinónimo de calidad.
– Si, por favor traigame la carta de vinos. Y hágase un favor, no sea tan petulante. – Respondió de malas maneras.
El camarero fue cabizbajo a por la carta y al girarse para lanzarle en silencio uno de esos insultos que siempre pagan las madres, vió como este personaje no levantaba la mirada de su pequeňo cuaderno mientras hacía anotaciones de forma compulsiva.
Una vez decidido el vino, Carlos, que así se llamaba el comensal, hizo un gesto para avisar al camarero.
– Tomaré un Quincha Corral.  Imagino que lo tendrá a la temperatura adecuada.
– Por supuesto seňor – respondió el camarero esta vez con falsa amabilidad.
En la mesa contigua unos padres trataban de apaciguar los llantos de su hija, no tendría más de tres aňos pero aquel sonido infernal podría oírse a varios kilómetros de allí.
Al fondo a la derecha una joven pareja con los rostros desencajados por lo que parecía una discusión sentimental, trataban de aprovechar el resto de un menú que, a juzgar por sus vestimentas y su juventud, abonarían con gran esfuerzo.
De repente, un apagón inesperado dejó el restaurante a oscuras, justo cuando Carlos se disponía a ir al aseo. No era habitual que se levantase en mitad de la comida, pero ese día, por los nervios pensó, no pudo evitarlo. Y en su mente, se concentraban los pensamientos negativos, amontonándose unos encima de otros, sin tregua.
Carlos, que ennegrecía sus modales a medida que subían de tono los llantos, descargó toda su ira sobre el camarero.
– ¿Como va todo por aquí?
– Pues no muy bien, uno viene a comer tranquilo y se encuentra con una discusión de pareja, un niňo llorón y escandaloso, y un apagón en mitad del servicio. ¿Que pasa, que no ha pagado la factura de la luz?
– Mire usted caballero. Como comprenderá, poco podemos hacer para apaciguar los ánimos en una discusión de pareja salvo invitarles a calmarse; respecto al niňo es eso, un niňo, bastante apuro están pasando sus padres con la situación; y sobre su comentario acerca del apagón le diré que al tratarse de un corte en todo el barrio es algo que no podemos arreglar, trataremos de terminar el servicio de la mejor manera posible. Así que si le parece empezamos de nuevo, ¿como va todo por aquí?
– Ahora mejor, le pido disculpas por mi comportamiento. Me presentaré, soy inspector de la guía michelín, ¿podría enseňarme las instalaciones?
Acto seguido, Carlos arrancó la hoja de su libreta y empezó una nueva.

¿Como creéis que acabará esta historia?

Nacho Lurbe

UNIPRO ON THE ROAD

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