Aristocracia de medio pelo

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La aristocracia de medio pelo es aquella que por su condición de nobleza adquirida se cree con derecho a abusar del prójimo. Como no podía ser de otro modo, esta raza superior a veces aprovecha sus contactos para crear negocios de todo tipo, incluso hosteleros sin tener la menor idea del asunto. Amigos de la farándula y el politiqueo van adueñándose de los caterings más «chic» en los sitios más «in». Saraos de photocall, pamelas y joyería prestada son su hábitat; marquesas, condesas o alcaldesas su presa preferida. Siempre presentes en la prensa rosa, también hacen suyos suculentos contratos públicos vetados a profesionales hosteleros honrados, ya se sabe, en estos sitios el estatus social vale más que la valía y la apariencia eclipsa la realidad de un trabajo poco profesional. En los cocteles que preparan siempre hay diminutos bocados para no desdibujar las bocas de pitiminí de las damas, a fin de mantener a raya el pintalabios de Dior y sus esquálidas figuras. El dinero no se ve, se intuye, por eso no se les ve manejando billetes, ¡que vulgaridad!  No olvidemos que suelen ser fieles devotas de la virgen del puño. Eso si, en los rastrillos solidarios rascan su monedero de Vuitton y sueltan alguna monedilla para aliviar su conciencia, cuando la encuentran, la conciencia claro.
Aunque como la vida es cíclica y la naturaleza es sabia, estamos inmersos en un cambio de era, así que esta especie poco a poco se va extinguiendo, no sin antes dejar un reguero de trabajadores y proveedores colgados. Se defienden como ratas, al menor atisbo de tormenta saltan del barco y lo dejan a la deriva sin importarles nada más que su propio culo, perdón otra vulgaridad, su pompis quería decir. Ni un desahucio por impago ni una caida drástica de su facturación por cambios en el poder hacen que asome aunque sea mínimamente una pizca de verguenza, no conocen el significado de esta palabra. En sus colegios de pago no les enseñaban esos valores, les enseñaban la competitividad, qué hacer para mantener su posición social y una religiosidad mal entendida.
Los reinos de gomina y botox llegan a su fin, los amigotes del alma tienen que ser cuidadosos no los vayan a pillar y las hienas, que no son otras que sus pequeños vástagos, se lanzan hambrientas sobre la carroña.
Temblad Pilucas, Macoques y Borja Maris vuestra era se acaba.
Ley de vida, esto es ley de vida. Cada uno en su sitio.
A sus pies Doña Carmen.

Le saluda,

Nacho Lurbe
UNIPRO ON THE ROAD
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