La ensaladilla imperfecta

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– ¿Este es el nuevo local de moda que me dijiste?
– Así es, vamos a tomar algo, te gustará.
Hace tiempo alguien me explicó la importancia de la iluminación de los locales y hoy, casi sin pensarlo, lo entendí de golpe. Justo antes de llegar ya me había llamado la atención la luz tenue que se filtraba a través de unos generosos ventanales. Al cruzar el umbral de la puerta sentí algo parecido, pensé «esta noche pinta bien». La barra lista para el servicio, los camareros y camareras en perfecto estado de revista, parecía aquello un anuncio de vitaldent con una colección de sonrisas perfectas. En el entresuelo, tras la barandilla, un cuarteto de jazz apurando un refresco mientras ponían a punto los instrumentos.
– ¿Buena noches? ¿van a cenar?
– No, queríamos tomar una copa.
– Perfecto, pasen por aquí.
Nos acomodamos donde mejor puede estar quien gusta de escudriñar los locales, en una contrabarra desde la que se veía todo el comedor. Con un leve giro de cabeza se abrió ante nosotros una espectacular cocina abierta. Seis cocineros contabilicé, todos ellos de aspecto impoluto, en permanente movimiento, cada uno con sus tareas bien definidas. Concentración por partidas con la espalda debidamente arqueada, carne de escoliosis. Aparentemente todo parecía bien engrasado.
– Nos pondrás un Bloody Mary y un Pisco Sour.
– Perfecto, ¿les apetece picar algo?
– Sí,  probaremos la ensaladilla con atún rojo.
Ya el nombre nos pareció pretencioso pero no vimos otra opción, «con atún rojo». Si fuese cierto, que tal y como intuíamos no fue así, qué lástima unir ese noble bocado con la populista ensaladilla. No me entendáis mal, no es una cuestión de clases, el problema viene al complicarse uniendo dos cosas buenas para conseguir un resultado tan prescindible como un camarero sin sonrisa.
Llegaron los cocktails al tiempo que iba llenándose el local. Un brindis, las primeras notas del cuarteto y todo en orden, ¿qué puede ir mal? Las expectativas creadas.
Lo que en otro sitio habría sido más que correcto aquí era mejorable, el trozo de apio del Bloody Mary enorme, áspero y sin pelar, el exceso de tabasco que te impedía saborear el cocktail, y la ensaladilla con la misma gracia que el «atún rojo», es decir ninguna. En cualquier otro local habrían sido detalles imperceptibles pero aquí no, algo que empieza muy bien debería terminar genial.
En fin, entiendo que es tremendamente difícil gestionar un local de moda que se llena hasta la bandera y mantener una línea ascendente en la parte gastronómica cuando se parte de unas instalaciones top. Debe ser que al final es una simple cuestión de volumen.

Nacho Lurbe

Nacho Lurbe
UNIPROONTHEROAD

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