Copia y pega

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Foto de morguefile.com

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Cada día aparecen nuevos emprendedores, están de moda, nos lo están vendiendo por activa y por pasiva, hay que emprender, no hay trabajo, hacen falta inconscientes que pongan los pocos ahorros que hayan conseguido trabajando o capitalizando el paro. Muchos de ellos caen en la hostelería como refugio, «me monto un bar y en un año lo tengo amortizado» «los bares siempre funcionan».
¿Y qué hacen estos emprendedores? Mirar al vecino y copiar lo que creen que funciona, vamos, un copia y pega en toda regla.
El problema es que no van más allá, y esto ocurre en todos los sectores.
– A Pepe le funciona, ¿por qué no me va a funcionar a mí?
– Porque eres un cateto, ¿como te va a funcionar si Pepe a lo mejor lleva un montón de años aprendiendo de los errores y reinventándose para mantenerse? ¿Acaso crees que eres más listo que él?
Y no, ellos siguen empeñados en copiar.
Y alguno me podría decir a mí, tú tampoco eres nada original, también habrás copiado algo. Pues claro, he copiado y mucho, pero me he esforzado en mejorar lo que copiaba, ¿acaso cree alguien que soy el único que vende uniformes y viaja? He tenido maestros como Pepín, como mi padre, como tantos y tantos comerciales que he conocido y conoceré a lo largo de mi vida laboral.
En fin, volvamos al copia y pega. El mayor exponente de esta práctica sería la de los bares regentados por chinos. Se suelen quedar con un bar en traspaso con la condición de que el dueño siga unos días con ellos para enseñarles a cocinar los platos que másse vendan. Error. Ni en una semana, ni siquiera en un mes, una persona que viene de una cultura diametralmente opuesta a la nuestra, puede aprender o entender nuestra identidad gastronómica. Hagamos un ejercicio e imaginemos la situación a la inversa, aparecer de repente en China y montar un restaurante de cocina tradicional china, sin apenas conocer el idioma, ni los usos y costumbres, ni los productos, y algo tan fundamental como el funcionamiento de las relaciones sociales. ¿De que hablaríamos con nuestros clientes? ¿Cuanto nos costaría hacernos con una clientela fiel? ¿Merecería la pena el esfuerzo o nos plantearíamos hacer algo que se ajustase más a nuestros gustos y preferencias?
Es verdad que los bares de los chinos (dicho esto con todo el respeto) casi siempre (no se puede generalizar) funcionan con más ganas que acierto, echando horas, con una política low cost, pero en la mayoría de los casos se convierten en bares sin alma. No es culpa suya, no es un reproche, es una opinión. Uno puede aprender a hacer unas patatas bravas o unos calamares a la romana pero esa necesidad de reducir costes se verá reflejada en el plato, ese desconocimiento de la materia prima y de las tradiciones culinarias pasará factura. No quiero decir con esto que sea patrimonio exclusivo de los chinos, lo mismo les pasa a muchos españoles de los que hablaba al principio, gente sin experiencia y con la única motivación de ganarse la vida, como si la vida hubiese que ganarla, la vida hay que vivirla.
Otros casos de copia y pega son los de las webs y los blogs, hay verdaderos profesionales del «control c», algunos incluso no se molestan ni en quitar el correo del autor. Cuelgas una receta y te la fusilan al instante en varios sitios web. Creas un contenido interesante, te lo copian y lo comparten como algo original sin hacer una mísera mención al autor. Se creen que en internet todo vale y todo es gratuito. Es el hijoputismo de adsl.
Y hablando de hijoputismo, no quiero acabar sin mencionar a las nuevas estrellas mediáticas de «Quien quiere casarse con mi hijo», ese programa cultural, donde la silicona supera con creces a la masa encefálica, donde los peinados adornan las cabezas vacías, donde se saca pecho con la incultura como estandarte. En este programa están dos de los que desmantelaron el restaurante Oleo de Valencia, con premeditación y alevosía, presuntamente vaciaron el restaurante un día festivo para sorpresa de todo el personal, que se quedaron en la calle y sin cobrar por su trabajo. Ese padre y ese hijo que presumen de coches caros y mansiones de ensueño se llevaron hasta las cucharillas del café, no dejaron ni un plato, hasta las chaquetillas de los cocineros, no entiendo para qué, no creo que hayan trabajado en su vida. Hijoputismo mediático.
Sed buenos y si copiáis algo que sea para mejorarlo.

 

Nacho Lurbe

UNIPRO ON THE ROAD

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